LA HORA DE LA TIERRA

Por Rebeca Ramos Rella

Lo sabemos, lo padecemos y vale reiterarlo. El planeta se sigue calentando; hay desequilibrio climático y se acentúa destrucción. El reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial advierte que los gases de efecto invernadero se dispararon en su máximo histórico desde la era preindustrial: el forzamiento radiactivo total aumentó 27.5% entre 1990 y 2009 y 1.0% entre 2008 y 2009. Hay mayor carga de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso en la atmósfera. Veneno puro para toda forma de vida.

En este panorama, México es sede en Cancún de la XVI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Hospedaremos contrastantes negociaciones entre líderes de 150 naciones y 200 representantes de países del 29 del mes al 10 de diciembre, que seguirán debatiendo los cómo, los cuánto, los cuándo y los dónde para salvar vida y salud del planeta y de todos los seres que lo habitamos. De la medianidad y frustración de Copenhague, hoy toca a nuestro país re-abanderar la esperanza mundial para lograr acuerdos vinculantes y acciones conjuntas que completen el entramado legal de funcionamiento, que según la ONU debe definir sobre protección de bosques, transferencia de tecnología, adaptación al cambio climático y creación del fondo de 100 mil mdd para financiar estrategias en países en desarrollo. Además de acuerdos sobre infraestructura hídrica y cuidado del agua.

Continúan remilgosos culpables emisores de CO2: EUA, China, Japón, India, en rubros escabrosos a sus economías e intereses nacionales: mitigación, reducción de emisiones, rendición de cuentas y transparencia en uso de recursos comunes. ¡Inexplicable! Ni tsunamis, huracanes temibles, inundaciones funestas, sequías devastadoras, temperaturas inclementes, doblegan a estos monstruos contaminadores del orbe de cara a realidad convertida en asunto de seguridad y de salud pública, nacional e internacionales. Siguen en indignante regateo de “o todos coludos o todos rabones”. De entrada el Parlamento Europeo pidió a los 27, elevar reducción de emisiones de CO2 para 2020, del 20 al 30%, ¡Claro! Si otros países desarrollados le bajan en corresponsabilidad; extender el Protocolo de Kyoto y apoyar con 7 mil 200 mde a naciones en desarrollo, así como cumplirles con los 30 mil mde anuales para el 2020.

Si bien hay conciencia internacional sobre acciones impostergables a efectos irreversibles, son los países emergentes quienes promueven vital colaboración efectiva, entendiendo que ganarle al cambio climático y evitar alza de temperatura a 2°C, también conlleva a reducir pobreza e impulsar desarrollo.

México ha venido construyendo confianza, mayor participación y compromiso en foros multilaterales. En lo unilateral, el gobierno federal anuncia que va a mitigar al 2012, 51 millones de toneladas de CO2 -equivalente a sacar de circulación al parque vehicular del D.F., por 4.5 años-; a negociar con el Banco Mundial crédito por 500 mdd para asistencia técnica; que tendrá 15 mdd de Noruega para reducir emisiones mediante conservación y reforestación de suelos; a avanzar en reconversión energética -en 2012, el 26% de electricidad provendrá de fuentes renovables-; que promueve el Convenio Marco sobre Servicios Climáticos para generación de productos específicos para que sectores, económico y social, cuenten con elementos técnicos para adaptarse al cambio climático, reduciendo impacto negativo.

La COP16 brinda extraordinaria oportunidad para que México retome liderazgo, reconocimiento y respeto mundial si cosecha acuerdos que aterricen en leyes ambientales y acciones concretas, que derrumben egoísmos mortales que imponen agonía dolorosa al mundo. Ojalá que el mexicanísimo derrotismo pre-cumbre se supere. Es la hora de redignificar la política de alto nivel y reactivar nuestra diplomacia, a favor del hogar de todos, que todos debemos sanear.
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