SOÑADORES SIN FUTURO

Por Rebeca Ramos Rella

Era doble moral imperdonable, demandar respeto a derechos humanos de los nuestros allende la frontera norte y socavar los de los inmigrantes foráneos desde la frontera sur. La voluntad política hace la diferencia. Mientras el Senado mexicano aprobó la Ley sobre Refugiados y Protección Complementaria que garantiza a inmigrantes ilegales en México, trato justo y humano, no discriminación, atención y asistencia y apelación a condición de refugiados y a familias completas, si perseguidos por raza, religión, nacionalidad, género, pertenencia a algún grupo social, opiniones políticas y bajo peligro de su vida e integridad, en el Senado estadunidense se ostenta cínicamente necia, arcaica, grosera, convicción racista y discriminatoria de republicanos ultras, que envalentonados siguen arrinconando a Obama. Al amparo de negociación de más recortes de impuestos, xenofobia expuesta en sesión, bloquean leyes que significan actos de justicia e igualdad, principios trastocados en la aún primera democracia del mundo.


Conducta reprobada por editorial del NYT como “vergonzosa” que impide servir abiertamente a su país a soldados homosexuales y lesbianas; niega atención médica a voluntarios y trabajadores enfermos por gases tóxicos que ayudaron a limpiar la Zona Cero tras el 9/11 y, si ni para sus nacionales hay equidad, justicia, reconocimiento a patriotismo y civilidad, menos para casi 2.1 millones de estudiantes de High School, hijos de 11 millones de migrantes indocumentados, inocentes de su situación migratoria, de su futuro truncado y de la debacle electorera a muerte, entre republicanos y demócratas en ruta de la sucesión presidencial.


Los senadores decidieron posponer debate y aprobación en caso de la Development, Relief and Education for Alien Minors Act, Acta para el desarrollo, alivio y educación de menores “extraños ajenos”, la Dream Act. En la última versión del 2010 plantea posibilidad de residencia temporal condicional por 5 años a preparatorianos graduados de “buen carácter moral”, sin antecedentes penales, que hubieran llegado a EUA antes de cumplir 15 años o tener entre 12 y 29 años; haber residido 5 años consecutivos y haber obtenido un Diploma de educación media superior o admisión en alguna universidad, pero, siempre y cuando cumplieran dos años de servicio militar o dos años de carrera universitaria o haberla concluido. Al inicio pagarían 525 USdlls y en 5 años para renovar, otros dos mil. En 10 años lograrían residencia permanente.


Los dreamers alcanzarían mismas colegiaturas que nacionales para continuar su educación superior –hoy pagan hasta el triple- y accederían a becas Pell y a apoyos financieros para superarse. Aplicarían quienes se sometieran a exámenes médicos, comprobaran habilidad para leer, escribir y hablar inglés y amplios conocimientos en principios, historia y gobierno de Estados Unidos. No podrían patrocinar residencia a familiares por 12 años, pero se beneficiarían del programa Medicaid y vales de despensa. Durante el trámite podrían ser deportados. Su historial sería verificado por instancias de seguridad interna comunitaria, local, estatal y federal. Tendrían que evidenciar elegibilidad para gozar de esta Ley. El sueño casi se realizó hace unos días, cuando congresistas bipartidistas aprobaron la Dream Act con 216 contra 198 –apoyaron 8 republicanos lúcidos y se extraviaron 38 demócratas-.


Si senadores ignominiosos desecharan su discurso equívoco de supuesta amnistía migratoria a riesgo de seguridad fronteriza y nacional, se beneficiarían anualmente 65 mil estudiantes -900 mil elegibles en total- jóvenes que hoy, no son de aquí ni de allá, viven al acecho; son una nueva generación bicultural y binacional ignorada, segregada, desperdiciada en su potencial, que podría aportar más –impuestos si pudieran trabajar y ser productivos-. Si les dieran oportunidad de despertar de la pesadilla.