DE LA PALABRA, LA ACCIÓN

Por Rebeca Ramos Rella


Hay una serie de procesos que se están gestando en Estados Unidos y que debemos atender. La cuestión migratoria ilegal sigue en el debate. Unos quieren reconquistar votos de migrantes hispanos resucitando promesa de reforma y otros los quieren indocumentados y encarcelados para seguir haciendo negocio. Es el destino de casi 12 de millones de migrantes mexicanos que viven y sobreviven en medio del jaloneo de intereses políticos, electorales y económicos domésticos, conforme se vaya inclinando balanza de fuerzas entre republicanos y demócratas. El discurso de medio término del presidente Obama pretexta su compromiso de lograr reforma, intentando refundir confianza de la primera minoría racial que le representa votos a su partido. Obama está en campaña de reelección y no quiere perder simpatías de los llamados hispanos, que según Gallup le daría 65% de sufragios –unos 19 millones -. Republicanos apoderados del Congreso le reviran presionando a aumentar redadas –las más en esta administración- y continúan impulsando leyes antiinmigrantes como la racista de Arizona, en Tennessee, Oklahoma, Colorado, Pennsylvania, Florida, California.

                                                          
Acorde a la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales en este mes, legisladores han introducido más de 600 propuestas para criminalizar a migrantes indocumentados y para negar ciudadanía a sus hijos nacidos en territorio estadunidense –violatoria a la 14 Enmienda que la garantiza en ese caso- además de la promulgación de 346 resoluciones que penalizan la migración ilegal. Pero hay más de fondo. Propagar estas deleznables leyes busca incrementar encarcelamiento de indocumentados que representan “ganancias” a empresas privadas, como la Corrections Corporation of America, que administra 65 cárceles y centros de detención de migrantes. Sólo en 2009 ganó un mil 600 millones de dólares. Cotiza en Wall Street. Así legisladores y empresarios hacen su agosto a costa de violar derechos humanos y acentuar vocación racista en estados donde hoy, violencia e inseguridad son sinónimo de inmigración ilegal. No obstante ambos flagelos arrecian aquí y allá, por falta de control en venta de armas en la frontera. Tema que Obama eludió en su oratoria conciliatoria en Capitol Hill -donde la escalada criminal que vivimos en México es considerada como “terrorismo doméstico…casi insurgencia criminal”-, omisión que según editorial del Washington Post fue una falla y “acobardamiento” del presidente, que no apuesta su capital político. Tuvieron que morir inocentes y ser herida una representante demócrata en Tucson, para que reaccionara la opinión pública de allá de cara a un fenómeno que alienta a criminales, narcos o dementes, a matar sin piedad y en un entorno de odio racial y partidista exacerbado por intereses de poder. Las armas significan ingresos al gobierno estadunidense por impuestos y a asociaciones como la Nacional del Rifle, que paga sumas estratosféricas a cabilderos y congresistas para evitar cualquier regulación.


De manera que encono, racismo y miedo son muy rentables en votos y en dólares para nuestros vecinos que con todo y tono amistoso y solidario de discursos, disculpando entre líneas, chismosas descalificaciones al Ejército y sospechas de incompetencia gubernamental federal filtradas por WikyLeaks, no actúan con determinación para asumir corresponsabilidad en la guerra contra el crimen organizado trasnacional; no demuestran acciones contundentes en venta de armas, ni en campañas de salud contra consumo de drogas; siguen negando aportación productiva de migrantes indocumentados y oportunidad a la generación bicultural de jóvenes y niños nacidos allá que no tienen derechos ni posibilidades de crecer un futuro como ciudadanos estadunidenses.


A cuestionamiento, Hillary Clinton respondió que les preocupa la seguridad fronteriza. Los asuntos y problemas que compartimos son materia de seguridad hemisférica. Los estadunidenses –gobierno, legisladores, partidos- deben concebir tráficos ilícitos, muerte, violencia, inseguridad pública, derechos humanos, reformas legales, más allá de su visión unilateral conveniente a sus equilibrios partidistas en su lucha sucesoria. La superpotencia tiene parte, deber y responsabilidad para solucionar, conjuntando esfuerzos con México y al sur del continente, de donde les llegan drogas, migrantes, criminales, dólares, pero también talento, fuerza de trabajo barata, productos, bienes y materias primas, pero sobre todo alianzas políticas que le son sustanciales en la geopolítica estratégica frente a China y la Unión Europea.


Tal vez Obama lo observa así, pero la resistencia del establishment lo sigue ignorando.