EL ÚLTIMO MAHDÍ

Por Rebeca Ramos Rella

Como millones de jóvenes árabes que hoy reclaman democracia, derechos, libertad, en Libia, un adolescente de 12 años, nacido en una jaima de una tribu de pastores nómadas bereberes, en alguna parte del desierto de Sirte, inspirado por la revolución egipcia de 1952, se convertía en promotor en su país, de los ideales revolucionarios de Gamal Abdel Nasser. Anhelaba liberar a Libia del Rey Idris, impuesto por Occidente, que encabezaba un régimen “reaccionario, atrasado y decadente”. Inspirado en su ídolo, este joven inteligente y hábil, pese a haber sido encarcelado por actividades antimonárquicas, logró graduarse de Leyes a los 21 y después en el Colegio Militar, fundar el Movimiento Secreto Unionista de Oficiales Libres. En dos años más, ya era laureado Teniente y enviado a Reino Unido a perfeccionar su entrenamiento militar –hoy los británicos lo niegan y reniegan-. Disciplinado en su formación y tenaz en su convicción, a los 27 años, al frente del Consejo del Mando de la Revolución, CMR, que había derrocado al Rey, asentó el nuevo régimen nacionalista: neutralidad exterior; unidad nacional hacia el panarabismo; prohibición de partidos políticos; evacuación de bases militares británicas y estadunidenses y explotación de la riqueza petrolera nacional en beneficio de su pueblo.

En 1969, el coronel Muammar Al-Gaddafi proclamó la República Árabe Libia y ascendido Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, fue vitoreado “Hermano Guía y Líder de la Revolución”. Seguramente a esa “gloria” se refería en su discurso sorpresivamente breve de hace unos días, cuando a puño cerrado remarcaba ser un revolucionario, recordando los años 70 cuando, tras haber disuelto al CMR y haber despedido a un efímero Primer Ministro, al mando de facto, nacionalizó banca e industria petrolera, desafió al Islam, concedió derechos a mujeres, detonó producción agrícola y centralizó la economía, lo que ha permitido a Libia alcanzar niveles de esperanza de vida y de desarrollo humano más altos de África -su PIB per cápita es comparable al de México-; pero la semilla del nacionalismo autoritario en su tránsito a la dictadura militar germinaba al prohibir derecho de huelga, imponer censura informativa y codificar la pena de muerte para delitos contrarrevolucionarios.

Desde el inicio, Gaddafi en su megalomanía excéntrica, desconcertante, sustentó liderazgo en  personal filosofía política editada en tres libros, ayer su victoria, hoy su derrumbe: El Libro Verde, emulación del Libro Rojo de Mao, que proclamó la Revolución cultural de Libia, el derrocamiento revolucionario de los gobiernos del mundo y su sustitución por el "gobierno directo de Alá"; La Tercera Teoría Universal, una especie de socialismo natural de religiosidad teocrática, no clerical que adoctrinaba creencia en el gran caudillo, “el Mahdí que según el Profeta, enviaría Dios para establecer, al final de los tiempos, un imperio de justicia islámica sobre la Tierra” y la Jamahiriya, declaración de la autoridad del pueblo, “el Estado de las masas”, que consagraba democracia directa a través de Congresos –el General con funciones legislativas y ejecutivas supremas- y Comités Populares y sindicatos.

Astuto, demagogo, populista, se preservó de cargos institucionales y se autodenominó “Quaid”, líder vitalicio de la Revolución, que pretendió exportar al continente desde su sueño de unidad panarabista –de ahí otro exceso de Hugo Chávez al compararlo con Bolívar-, cuando quiso crear la Federación de Repúblicas Árabes -fallida por frecuentes pleitos con Egipto, Jordania, Marruecos, Argelia- y abanderar toda guerrilla y radicalismo regional anti-israelí en abierto desafío a Estados Unidos durante décadas de bombardeos, acusaciones, actos terroristas, bloqueos, advertencias de invasión que hoy resucitan ante inminente guerra civil y opción de “intervención armada sólo por razones humanitarias”.
El último Mahdí se aferra. Como fiera herida y sitiada por opositores quiere revivir su Revolución, rememora sus años gloriosos, está dispuesto a morir como mártir. Desesperado señala enemigos: desde jóvenes drogados, Bin Laden, hasta al diablo; escupe incoherencias: “nadie racional cuestionaría mi mandato”. Le canta a EUA su apoyo contra Al-Qaeda, su retirada de escalada nuclear, el negociazo de compra de armamento a Europa –sólo en 2009, la UE concedió 343 millones de euros en licencias de exportación de armas a Libia y el total de exportaciones de armas europeas para el Ejército libio fue de 174 millones de euros, este año-;  sabe y chantajea por fluctuaciones en el precio del barril de petróleo que pueden generar otra crisis global, ante aumentos costosos en cascada. Y aunque lo niegan lo están considerando. EUA, OTAN, ONU, Europa se preparan. Gaddafi reacciona como Hussein. Libia huele a otro Irak.