LA ESENCIA DE LAS REVUELTAS

Por Rebeca Ramos Rella


Sorprendidos, hemos atestiguado protestas populares y revolucionarias en una región complicada pero estratégica para intereses geopolíticos de potencias como Estados Unidos, Unión Europea y Rusia: Medio Oriente es desde el siglo pasado y más intensamente desde la segunda mitad, escenario de la transregionalización de la Guerra Fría: estadunidenses y rusos metidos –alemanes, franceses, italianos, chinos también- en el eterno e irreconciliable conflicto entre Israel y Palestina; en la guerra civil y ocupaciones israelitas en Líbano; en la Guerra Irán-Irak, luego en la invasión iraquí a Kuwait, en ambas invasiones, la soviética y la estadunidense en Afganistán; en interminables roces y amenazas entre Siria, Irak y Turquía, por el Kurdistán; contra sospecha de terrorismo desde Libia; muerte, sangre, extremismo religioso, conflictos territoriales, generaciones envenenadas por odio y venganza; grupos armados de todos bandos desde Hammas hasta Hezbollah y después, en la confrontación entre mismos hegemones dentro del proceso de globalización económica, ya que el acervo petrolero de la región supone -y hoy lo constatamos- tal poder económico, así impunidad hasta dispensa, omisión e indulgencia para regímenes autoritarios, en su mayoría monárquicos, tiránicos, dictatoriales donde derechos humanos, democracia, igualdad entre hombres y mujeres, no son monedas de cambio ante vital intercambio comercial y equilibrio político que conviene al Occidente liberal y progresista.

El Mundo Árabe, conformado por naciones que hablan árabe -200 millones- no así de religión musulmana en general, ostenta superficie total de la magnitud del total de países hispanoparlantes del Hemisferio Occidental -12.9 millones de km²- está formado por 20 países, desde donde hoy emergen revueltas, mayoritariamente de jóvenes de estratos medios, universitarios, técnicos y desempleados, mujeres y niños que han hecho de la tecnología y redes sociales, instrumentos de propaganda y convocatoria para derrocar a la dictadura en Túnez y a punto de tumbar a Hosni Mubarak -el otrora aliado de EUA, su fundamental conciliador en el conflicto árabe-israelí que no supo retirarse a tiempo para pasar a la historia con honores y se ha perpetuado presidente por 30 años en Egipto-.

¿Quién sigue? Seguramente varios ya ponen sus barbas y sábanas a remojar. Ambas revoluciones en ciernes y en vivo, movimientos sociales referentes que lograrán su ideal democratizador, si superan el riesgo de permitir a fundamentalistas religiosos apoderarse del mando, envalentonan a jordanos, sirios y yemenitas inconformes con su propia desventura: en Jordania hay una monarquía constitucional con una Asamblea Nacional, pero el Rey Abdallah controla; no obstante su mandato, no ha logrado el liderazgo y carisma de su padre el Rey Hussein quien aliado de Estados Unidos y en mancuerna con sus pares en Egipto, en su momento compensó enconos regionales durante décadas, al ser principal tejedor de los acuerdos de paz de Campo David. Los jordanos reclaman apertura democrática y desarrollo económico. En Siria, pese a ser una república democrática, popular y socialista y regirse por los principios de igualdad, libertad religiosa y propiedad privada, la inconformidad es la orientación dictatorial de su gobierno, ya que ha sido gobernada por la dinastía Al- Assad, primero el padre, por  30 años y desde 2000 por el heredero. Tiene un partido de Estado, el Baaz o Baath, que constitucionalmente está investido para dominar liderazgo político y vida social. Su producción de petróleo es deficitaria pero cobra cuantiosos impuestos por paso de oleoductos por sus tierras. Desde su unificación en 1990, Yemen es una república con sistema bicameral y unipartidista. Es el estado árabe más pobre, de economía arcaica y baja calidad de vida. Ahora, Somalia sigue en foco rojo. Pese a ser un estado federal, aún pavimenta su transición democrática y padece dependencia económica del exterior por la inestabilidad política que impera. Su gobierno está sometido a fideicomiso de la ONU, Unión Africana y del mediador, Estados Unidos. Otro encendido es Sudán, república de gobierno autoritario desde 1989, que tras golpes de estado y guerras civiles aún sufre el horror del exterminio racista en Darfur y el saqueo de petróleo y oro por transnacionales. Otro polvorín es Comoras, tres islas que viven en permanente inestabilidad política, aún y su constitución producto de acuerdos de paz y referéndum. El desempleo es alto. La pobreza alcanza al 60% de su población que en 80% se dedica a la agricultura.

De Irak, Túnez y Egipto seguimos conociendo su evolución histórica. Este trío está en plena transición política, pero Libia se antoja candidateable en estos procesos. Como república popular y socialista, posee hoy la esperanza de vida y el nivel de desarrollo humano más altos de África. Su PIB per cápita se compara al de México o Argentina. Desde 1969 es gobernada por el “Hermano guía de la gran revolución” Muammar Al- Gaddhafi, quien ejerce de facto el poder en el “estado de las masas” libio; personaje controvertido, acusado de terrorismo y enemigo declarado de Estados Unidos, hoy es protegido por la amistad con el primer ministro italiano Silvio Berlusconi y adulado por Hugo Chávez. Represor de opositores, anti-israelí, ha desafiado reglas del Islam y otorgado igualdad a las mujeres –su Guardia Amazónica, 200 mujeres vírgenes, expertas en artes marciales y fuertemente armadas lo custodian donde va-; encarcela a opositores y ha sobrevivido varios intentos de asesinato. Sin duda un líder legendario, hábil pero no eterno.

Veamos quienes observan pero no tiemblan. En Arabia Saudita hay una monarquía absolutista, viven sistema feudal bajo gobierno de la dinastía Al-Saud; no hay partidos ni elecciones, salvo las municipales del 2005; su constitución es el Corán, único límite para el Rey. Posee 24% de reservas petroleras en el mundo. Es primer exportador y líder de la OPEP. El sector petrolero le significa 75% de ingresos -40% de su PNB y 90% de sus ingresos por exportaciones-. Bahréin es una monarquía hereditaria a manos de la familia Al-Khalifa. Además de sus reservas petroleras es archipiélago de gran actividad financiera internacional. Los Emiratos Árabes Unidos son federación de 7 autónomos; gobiernan emires y en 2006 por fin eligieron indirectamente al Consejo Federal Nacional para ampliar participación ciudadana. Han hecho reformas hacia la transparencia y rendición de cuentas y sin duda balancean intereses debido a activa política exterior en apoyo a Palestina y a Irak; a programas de desarrollo y ayuda humanitaria. Es tercer productor petrolero de la región. Destina a Japón el 30%. Otros socios poderosos Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania e Italia. Kuwait ha vuelto a ser un emirato militarmente estratégico para Estados Unidos. En 2008 apenas permitió el voto femenino. Su explotación petrolera abarca la mitad del PIB, 90% de exportaciones y 75% de ingresos. Es dinámico centro financiero y de negocios. Omán es gobernado por un sultán, monarca absoluto sin límites, sin constitución ni democracia, cuya economía  se sostiene igualmente de grandes reservas de petróleo y gas y hace 5 años apenas adoptó cierta forma de privatización de su industria minera. Marruecos es una monarquía constitucional de referencia nacional, que pese a diversas rebeliones ha avanzado en derechos civiles –a las mujeres-; permite elecciones parlamentarias y partidos de oposición pero aún libra conflicto por ocupación del territorio saharaui. De economía estable, de actividad sustancial en el sector primario, su población sufre de desempleo y pobreza.

Líbano es una república que posee  la mejor mano de obra calificada de la región. Su prioridad hoy es la reconstrucción tras décadas de dolor y destrucción.  Mauritania es una república islámica de sistema presidencialista y bicameral; ha sufrido dos golpes de Estado recientemente. Pese a reformas constitucionales, aún en áreas rurales persiste la esclavitud. Depende de actividades agropecuaria y minera. Argelia es una república democrática popular. Desde 1999 su presidente se ha reelegido dos veces. Tiene sistema presidencialista y multipartidista, pero persisten riesgos de opositores fundamentalistas que reciclan violencia en regiones del país. Un cuarto de la población se dedica a actividades agropecuarias. También es estado energético y minero, con relativa estabilidad económica.

Caso particular es Qatar, que pese a ser un emirato, está gobernado por un Consejo de Ministros y es de los estados árabes más “liberales” pues su constitución consagra libertades de asociación, culto y expresión y el derecho a juicios justos y reconoce la igualdad. Tiene economía envidiable, al poseer  el tercer lugar en reservas de gas natural y el PIB per cápita más alto del globo. El emir reina desde 1995 pero ha alentado la modernización económica.
Djibouti es una república semipresidencialista, donde hay sistema bicameral, elecciones con alta participación ciudadana. Tiene como gran aliado y benefactor a Francia que conserva su más grande base militar extraterritorial, a cambio de suministro de energéticos. La industria es inexistente. Depende de importaciones de productos agropecuarios. Su presidente, lo es, desde hace 12 años.

De este rápido repaso es posible forjarse una perspectiva del ejercicio del poder de los estados árabes y del maridaje entre religión y riqueza petrolera que determinan sus procesos políticos y económicos y así la correlación de fuerzas a nivel regional. De cara a los sucesos actuales que alientan solidaridad mundial con aquellos que quieren, demandan y dan su vida por construir sistemas políticos más democráticos y economías más justas en distribución de ingreso, salta y sobresalta la actitud y el discurso de potencias occidentales como Estados Unidos, Alemania y en general de Europa, que hoy apoyan la libre autodeterminación del pueblo egipcio y del tunecino para definir y decidir sus destinos, cuando apenas unas semanas antes, silenciosos, hipócritas, omisos, convenencieros o evasivos, toleraban, se aliaban, hasta apoyaban a dictadores y sus regímenes autoritarios, profundamente antidemocráticos, evidentes transgresores de derechos humanos y civiles, y continúan respaldando mudos y sonrientes a cabezas y sistemas simuladores de parlamentarismo a modo de monarcas absolutistas.

La reflexión es que manifestantes y protestas, no sólo ganaron el derrocamiento de Ben Alí y la despedida que le urge a Mubarak y a otros en la fila; también han desenmascarado la doble moral, la incongruencia y demagogia de un Occidente aparentemente promotor, instaurador que condiciona democracia y libertades, que canjea derechos fundamentales, blindaje a Israel y a sus intereses y seguridad nacionales en Medio Oriente, por estabilidad económica y financiera global, saldo a favor del magno acervo petrolero que salvaguardan los déspotas, quienes a su vez, son seguros y prósperos compradores de materias primas y armamento para sostener sus regímenes despreciables. Así la verdadera revuelta árabe de este siglo es contra aquellos otros impositivos que los han perpetuado.









Imagen : Al Jazeera