MÉXICO EN EL DILEMA

Por Rebeca Ramos Rella


Mientras la humanidad aspira a lograr la paz, somos los humanos quienes hacemos la guerra.  Y en ese extravío resuena la voz de Gandhi: “no hay camino para la paz, la paz es el camino”. En tiempos violentos, desde Ciudad Juárez, pasando por San Fernando y Monterrey; por Acapulco y de ahí a Guatemala; atravesando océanos y mares hasta Libia, Siria; sin ignorar a África y subiendo hasta los territorios ocupados entre Israel y Palestina, nada se añora tanto como el respeto, la estabilidad, el bienestar y convivencia civilizada que procura la paz –la no violencia-.

En su quinta edición, el Índice de Paz Global 2011 –en inglés Global Peace Index, GPI- publicado por el Instituto para la Economía y la Paz  de Australia – que agrupa a selectos académicos, empresarios, filántropos y miembros de ONG´S pacifistas de todo el mundo, que investigan la relación entre desarrollo económico, negocios y empresas y su influencia en la paz-, arrojó datos muy interesantes sobre la situación de conflicto, seguridad y militarismo, enmarcando en el tope, a actos terroristas y manifestaciones violentas en 153 países del orbe.
Sostiene como efecto de la crisis financiera internacional de 2008, el incremento sustancial en presupuestos militares.

El estudio del GPI se basó en 23 indicadores internos y externos, acorde al análisis de expertos y fuentes confiables en los 153 países. Los comparto:
Percepción de la criminalidad en la sociedad
Número de oficiales y policías de seguridad interna por cada 100 mil habitantes
Número de homicidios por cada 100 mil hab.
Población en cárceles y penales por cada 100 mil hab.
Acceso libre a armas ligeras o menores
Nivel de conflicto organizado
Manifestaciones violentas
Nivel de crímenes violentos
Inestabilidad política
Nivel de falta de respeto a derechos humanos
Volumen de importaciones de armas convencionales por cada 100 mil hab.
Potencial para actos de terrorismo
Número de muertes por conflictos organizados
Expansión militar
Número de personal armado por cada 100 mil hab.
Fondos de Naciones Unidas en misiones de paz
Número agregado de armas pesadas por cada 100 mil hab.
Volumen de exportaciones de armas convencionales por cada 100 mil hab.
Capacidad militar
Número de personas desplazadas en contraste a porcentaje de población
Relaciones con países vecinos
Número de conflictos peleados, internos y externos
Número de muertes estimadas por conflictos organizados

El análisis también comprende 33 indicadores socioeconómicos: índice de democracia política; procesos electorales, funcionamiento de gobierno; participación política; cultura política; libertades civiles; percepción de corrupción; porcentaje de mujeres parlamentarias; libertad de prensa; exportaciones e importaciones; inversión extranjera directa; número de visitantes locales; porcentaje de migración comparada con población; población de hombres de 15-34 años; diámetro de población por género; desigualdad de género; extensión de integración regional; gasto en educación; educación primaria; educación secundaria; educación media y superior; escolaridad promedio; alfabetismo; hostilidad a extranjeros; importancia religiosa en la vida nacional; tendencia a conflictos o violencia social; PIB per cápita y PIB nominal; coeficiente de GINI; desempleo; expectativa de vida; mortalidad infantil por cada un mil nacimientos.

Según la medición cualitativa y cuantitativa del total de indicadores, el top ten de la Paz Mundial lo ostentan: Islandia, Nueva Zelanda, Japón, Dinamarca, República Checa, Austria, Finlandia, Canadá, Noruega y Eslovenia. De entre los primeros 31, con nivel excelente, sobresalen sólo dos naciones latinoamericanas: Uruguay en el lugar 21 y Costa Rica en el 31. Los reprobados van del 123 al 153, son: Bahréin, Venezuela, Guatemala, Sri Lanka, Turquía, Costa de Marfil, Argelia, Mauritania, Etiopía, Burundi, Myanmar, Georgia, India, Filipinas, Líbano, Yemen, Colombia, Zimbawe, Chad, Nigeria, Libia, República Centro Africana, Israel, Pakistán, Rusia, República Democrática del Congo, Corea del Norte, Afganistán, Sudán, Irak y Somalia. En este rango visiblemente se aprecian a los países árabes protagonistas de revoluciones recientes.

La región más pacífica es Europa Occidental. Sobresalen cuatro naciones nórdicas a razón de altos niveles de seguridad pública, armonía social, libres de conflictos civiles. Islandia corona la paz a causa del descenso en capacidad militar y bajo presupuesto militar. Siguen Dinamarca, Austria, Finlandia y Noruega. Los peores en promedio son: Italia, Grecia y Chipre. Francia y Reino Unido perdieron su lugar por haber ascendido en sofisticación de capacidades militares; por sustancial incremento de exportaciones de armas –a países árabes y a Israel, por supuesto-; por su involucramiento en conflictos externos –Guerra contra Libia, por ejemplo- y  por un ascenso interno en homicidios. De igual forma, en el GPI de 2010, Omán, Chile, Costa Rica y España bajaron rangos. En Norteamérica, la segunda región más pacífica, el puntero es Canadá, seguido de Estados Unidos, aunque en el ranking total, nuestro vecino está en lugar 82, sólo dos debajo de China, seguido de Bangladesh, Serbia, Perú, Camerún y Angola. Estados Unidos deterioró su GPI a causa de alza de niveles de militarización, acceso a armas ligeras, población encarcelada y por participación en conflictos externos –Libia, Irak, Afganistán y narcoguerra en México-.

En promedio, Europa Central y del Este permaneció en tercer escaño regional. Altos: República Checa, Eslovenia, Hungría, Polonia; los bajos Turquía, Georgia y Rusia. En cuarto, la región Asia-Pacífico: tras Nueva Zelanda, van Japón, Australia, Malasia, Singapur, Taiwán y Vietnam; violentos quedan Pakistán, Corea del Norte y Afganistán.

En quinto lugar regional está América Latina. El informe remarca el deterioro de Guatemala y México. Nuestro país dio el resbalón por el incremento del número de muertes por la guerra contra el crimen organizado, indicador que nos posiciona en este rubro, como el primero en el mundo, con más de 40 mil decesos violentos. Es triste, lamentable, desolador que México, habiendo sido modelo pacifista, válido interlocutor y mediador en conflictos internacionales, debido a la violencia desfogada por cárteles, se encuentre en el ranking global en lugar 121 y en el 20 de 23 regional, en zona naranja según el mapa del GPI, al lado y en el mismo nivel de violencia que Papúa Nueva Guinea, Nepal, Liberia, Uganda, Congo, Ruanda, Mali, Arabia Saudita, El Salvador, Tajikistán, Eritrea, Madagascar, Jamaica, Tailandia, Turkmenistán, Armenia, Uzbekistán, Kenia, Bielorrusia, Haití, Kirguistán, Camboya, Siria, Honduras, Irán, Nigeria y Azerbaiján.

Preocupa que países hermanos como El Salvador, Honduras y más cercana, Guatemala, con quien compartimos poco más de 700 kms de frontera común, esté posicionada en foco rojo -123 de ranking global- a sólo dos lugares más que nosotros, a causa del recrudecimiento de acciones del crimen organizado y según los expertos del GPI, por “limitaciones de un gobierno relativamente débil”.

No debe ser consuelo que sólo por debajo de nosotros esté situado el Norte de África y Medio Oriente y la zona de África Subsahariana, donde muerte y sangre son parte de la cotidianeidad y la lucha de estos días.

Afuera el mundo nos observa. Hay análisis profesional. Quizá por esa percepción, el Presidente Obama decidió enviar a México como nuevo Embajador, al Señor Anthony Wayne. Llega un especialista en inteligencia militar que ha combatido a talibanes; ahora lo hará contra narcos cruentos y políticos corruptos salpicados de corrupción e impunidad.

El GPI sustenta su análisis en profunda investigación y concluye que una sociedad pacífica se caracteriza por bajos niveles de conflicto interno, por gobiernos eficientes y transparentes que rinden cuentas; con economías fuertes, poblaciones integradas y buenas relaciones dentro de la comunidad internacional. Habría que consultar las políticas públicas, las decisiones, los acuerdos que en países de alto nivel de paz han sido exitosos para ascender peldaños. Pero es la guerra contra el crimen organizado y sus secuelas, las que hieren nuestra tradición pacifista, nuestra vida en paz. Sin omitir que pobreza, desempleo, desigualdad social y de género, ineficacia institucional, corrupción, impunidad, ilegalidad, injusticia, discriminación, bajo acceso a educación, salud y servicios básicos, son nidos de violencia. La lista es larga.

Lo cierto es que en casos excepcionales y conocidos, la historia de la humanidad se ha escrito paradójicamente, justificando la guerra y el uso de la violencia, como últimos recursos para implantar y garantizar la paz. En México, este es el dilema.


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