Rebeca Ramos Rella
Cada vez más frecuentemente vemos, sentimos y
vivimos, el sobresalto que atemoriza e indigna, por las omisiones; las
necedades; el odio y el fanatismo; el cinismo; el doble discurso y la justificación
de la inacción. Han pasado casi 5 años de la Guerra en Siria y poco más de un
año del anuncio público del surgimiento del mal llamado -pero ya muy conocido
por sus atrocidades- Estado Islámico, que ni es Estado ni es Islámico.
Estos dos fenómenos han recrudecido tensiones,
confrontaciones y rencores añejos que hace décadas, sino es que hace siglos,
distinguen a la región como una permanente bomba de tiempo. A veces estalla; a
veces da tregua; pero siempre amenaza con la guerra y destrucción. Es una
escalada que no cesa; sólo se aletarga hasta el siguiente ataque; hasta la próxima
masacre, el bombazo; hasta los muertos que siguen.
Cuando las personas no tan enredadas en los
recovecos de los flagelos que señalo, me preguntan y opinan de lo que ven y
escuchan en noticias y redes sociales, me voy muy atrás para retomar el origen
del conflicto en el Medio Oriente. Esa raíz fermentada pero fuerte y agarrada
muy hondo por los tentáculos del odio y de la ambición y de la añeja y se
entiende ya superada confrontación Este-Oeste, puedo sostener como el punto de
partida de una escalera de batallas, muerte, dolor, sangre, que se han
agravado, en lo que nadie acepta pero es evidente: en la rabiosa búsqueda de la
exterminación del contrario, sólo por su fe; sólo por su etnia.
Y hay que decirlo para entender la complejidad
del conflicto eterno entre musulmanes y judíos. Tras la primera Guerra Mundial
y la reconfiguración del mapa en la región a manos de las potencias vencedoras,
-dígase Francia y Gran Bretaña-, la caída del Imperio Turco Otomano y su
desgajamiento originó una repartición arbitraria de territorios, dinastías y
contrapesos, donde los intereses y seguridad nacionales de los europeos
prevalecieron. Después vino la segunda Guerra Mundial que entre otras cosas
desnudó una de las más aterradoras causas de sus excesos: el racismo y la
intolerancia religiosa hasta la eliminación.
De ahí, el mundo agobiado por el Holocausto,
unió fuerzas en la ONU recién creada y optó por dar a los judíos, un territorio
propio. Sólo que esa decisión que los favoreció, afectó a los palestinos que
así vieron partido y constantemente agraviados sus derechos, su tierra, su
soberanía. Ante el apoyo incondicional de Occidente para saldar la deuda
histórica con el pueblo judío, el Estado de Israel recién nacido se convirtió
en un ente poderoso que más pronto que tarde reveló sus pretensiones
expansionistas en la región, incluso por encima de la violación al Derecho
Internacional y contando siempre con su aliado incondicional en la Casa Blanca.
La invasión ilegal de Israel, que hasta el día
de hoy persiste en Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este, en su momento y
hasta hoy, ha sido el centro de apoyos y condenas; aliados y enemistades regionales
que dividen al mundo y que han crecido un árbol y luego un bosque de
aborrecimiento.
Ciertamente los países árabes y la comunidad
musulmana en el orbe etiquetan a Israel como la manzana de la discordia que
impide una solución justa al conflicto y la coexistencia pacífica en el Medio
Oriente, que cada vez es más lejana de lograr.
Israel en su carácter de potencia ocupante desde
hace 48 años, ha desplegado una agresión cotidiana contra los palestinos y una
persecución implacable contra los musulmanes y aliados árabes de los palestinos
despojados, cada vez más humillados, saqueados en sus riquezas económicas y
patrimonio cultural e histórico y más, cuando con el pretexto de cualquier
incidente, Israel decide bombardear inmisericordemente ciudades y comunidades
donde son los civiles, los niños, los cruelmente masacrados.
El Conflicto entre Israel y Palestina también ha
sido el escenario ideal para la incubación de grupos radicales y extremistas
que han surgido precisamente por la escalada hegemónica de Israel en la zona;
su vocación belicosa y colonialista y el desarrollo de una industria militar de
seguridad, defensa, inteligencia y espionaje que inició y ha fortalecido, según
para protegerse y defenderse de sus enemigos, los que se ganó a pulso y por encima de la Ley, hace 48 años.
En este escenario, donde es el odio el rey y el
cetro, la venganza, se adiciona la centenaria confrontación entre los
seguidores de las dos principales ramas del Islam que surgió a partir de la muerte
y sucesión de Mahoma. Los sunnitas y los chiitas, desde entonces han buscado
prevalecer desde el poder político y económico en sus países y en base al
sometimiento y en casos también, a la eliminación, de quienes profesan otra
rama de la religión.
De manera que el polvorín sigue ardiendo en las
entrañas por las confrontaciones racistas, religiosas y étnicas, más antiguas
que estos milenios, donde los unos y los otros, viven en el tiempo del
resentimiento, dolor y pérdida por generaciones, que por supuesto ya no admiten
ni olvido ni perdón.
Palestra donde los países europeos, Rusia, China
y Estados Unidos siempre han estado metidos, ya sea en los desequilibrios políticos;
en la venta de armas; intercambio de espías; entrenamiento de milicias y
transferencia de tecnologías de guerra; jugosos negocios para los franceses,
los alemanes, los británicos, los chinos, los rusos y los estadunidenses, que
así han armado, adiestrado y fortalecido a los bandos contrarios al mismo
tiempo y con la misma ganancia económica. Pero esto jamás lo admiten. Menos los
israelitas que siendo los más profesionales en la cuestión del espionaje y
métodos de defensa, también han participado en otros conflictos en la zona.
Pareciera que la inestabilidad social y política es la meta y la usura.
Tras la primavera árabe, en Túnez, Egipto y
Libia, la oposición en Siria formada por diversos grupos militares como el
Frente Islámico y el Ejército Libre Sirio decidió buscar su propia revolución y
levantarse contra el dictador Bashar Al-Assad, hijo del padre, el primer
tirano. La respuesta de Al–Assad fue la misma que sus homólogos, después
caídos, asesinados por su pueblo y juzgados, con la salvedad que el oftalmólogo
graduado en Gran Bretaña casado con hermosa snob siria adoradora de las modas
occidentales, tiene muy buenos socios y aliados. China y Rusia desde el veto
arcaico y rancio que ostentan como miembros permanentes – dos de cinco- en el
Consejo de Seguridad de la ONU durante casi 5 años persistentemente han
impedido, bloqueado y negado la posibilidad de la solución multinacional para
el pueblo sirio, oprimido por su presidente forajido y criminal; luego
devastado en sus bienes y posibilidades de supervivencia, además de las
masacres, muerte y pérdidas, que en el fuego cruzado entre los diversos grupos
militares, que luchan contra el régimen, han padecido la inhumanidad de la
humanidad.
Por lo menos 4 millones de seres humanos han
salido de su tierra, adoloridos, mutilados, espantados del horror, del hambre,
de la desgracia. Huyen de la arbitrariedad sangrienta que los condena al
exilio, a la zozobra y miseria inimaginables. Han llegado a Turquía, a Líbano,
a Jordania y ante la imposibilidad de resolver su situación, ahora salen de los
campamentos de refugiados que ya son insuficientes y deambulan como indigentes
en las calles; sobreviven de la caridad en parques, banquetas, camellones de
los países hospitalarios. El primero y el “más generoso” expresión de Obama, es
Turquía que en septiembre pasado reportó a la ONU y al G20, haber dado asilo y
manutención a 2.2 millones de almas partidas – 1.7 millones de sirios y a 200
mil iraquíes-, solidaridad humanitaria que a la fecha le ha costado 7 mil
millones de euros, de los que sólo en estos cercanos 5 años, ha recibido mil
millones en apoyo de otros países, incluido México.
Pero darles algo de comer, donde dormir, un
trabajo temporal, escuela y atención médica…no sólo es costoso sino es la
muestra innegable de la depravación de los poderosos que anteponiendo sus
intereses nacionales, económicos, políticos y seguridad, les siguen cercenando
un futuro seguro, una esperanza de vida, alcanzable y pronta.
Y así
corren, nadan, navegan en improvisadas embarcaciones; son carne de cañón de los
malhechores traficantes de migrantes y refugiados y sin más, terminan su
aspiración, ahogados por su frenética ansiedad para llegar a Europa, a la
libertad; a la posibilidad de vivir. Y entonces ya no son los pobres refugiados
sirios, sino los migrantes indeseables que el Occidente, que los europeos ven
como riesgo a su seguridad; a su vida y trabajos y que en el año ya acumulan
721 mil, en su mayoría sirios quienes, llegando a Grecia, vía el Mar Egeo desde
Turquía, se han convertido en el tema políticamente contrastante para la visión
regionalista y también racista de los europeos comunitarios.
Del caos cruel de la Guerra irresoluble para los
Jefes de las potencias del orbe; del éxodo obligado; de la supervivencia indigna
en país ajeno; a los ahogados puros, niños y ancianos en su mayoría, los
líderes observan este novedoso fenómeno, quizá conmovidos por las imágenes;
incómodos por los twitts que les llueven en reclamos; quizá iracundos ante la
incapacidad de dar solución inmediata o simplemente indiferentes guardan
silencio y la voluntad para contener el desbordamiento de un conflicto de diversos
tintes grotescos y dolorosos.
Y continua el drama de la diáspora siria que se
complica más cuando las escenas de inocentes muertos, familias rotas, niños y
mujeres, padres, ancianos fenecen en la huida que no tiene parada, sólo y las
más de las veces, la última; la de la muerte.
En este panorama polvoriento con olor a duelo y
apatía, emergieron de las cloacas en Irak y en Siria, primero contra Al- Assad,
aquellos resentidos, partidos, mutilados por la invasión injustificada de Bush,
que incubaron el rencor y la revancha por años contra Estados Unidos y sus
aliados. Y hubo quien, porque nunca falta el abusado y abusador, que los unió.
Tomó al Corán, a la fe pisoteada por las etiquetas del Occidente temeroso por el
9/11; los mismos que acecharon a Bin Laden; que defienden con la vida de los
suyos a Israel contra la amenaza de Hamas de Palestina; de Hezbollah de Líbano
y al mundo de los remanentes de Al Qaeda.
Fue Abu Bakr Al-Baghdadi, el líder que fundó el
mal llamado Estado Islámico, que inteligentemente con estrategia, medios,
cómplices y una buena dosis de sadismo y distorsión mental, retomó el agravio
hondo que todo musulmán trae en el alma para surtir la herida con el veneno del
desquite. Así por todas y cada una de las ofensas contra el credo, el Dios y el
Profeta; contra las mezquitas; en la lógica del ojo por ojo y por todos los
cadáveres de los hermanos en Palestina, en Israel, en África, en Europa donde
son la minoría pobre, señalada, discriminada; la mano de obra barata explotada
y así segregada, llamó a la Guerra Santa –La Yihad- contra los infieles, -es
decir contra todos nosotros los no musulmanes- y usó el discurso del retorno
del Califato y del Imperio del Islam en Siria y en Irak para convencer a los
musulmanes y hacerlos creer y adoptar la torcida vida que practican más de 200
mil combatientes –incluidos los más de 25 mil extranjeros según la ONU-, que en
todo momento y con todos los recursos, ya están listos para matar, para
suicidarse en la gloria de la inmolación por la fe, desde dentro de los países
donde viven y desde donde operan como células afines, sino que fanáticas del EI,
con la única consigna: destruirlo todo; humillarlos y matarlos a todos.
Y lo peor, como ya se vio en el atentado en la
mezquita en Arabia Saudita; en París, Francia; en Túnez y Mali; en las bombas
humanas en la manifestación pacífica en Ankara, Turquía y con el derribo del
avión ruso en Egipto recientemente, los inmolados con explosivos y armados con
la sofisticación del Occidente que lo sigue negando, han matado a mansalva a
cuanto inocente se les atraviesa. Ya la Guerra que las fuerzas aéreas
multinacionales libran con bombazos calculados sobre todo en Mosul, Faluya y Al
Raqqa, la capital del “Califato”, se les salió del campo de batalla y se pasó a
la demolición irracional de los sitios históricos Patrimonio de la Humanidad; sigue
en el crimen contra la dignidad humana de mujeres violadas, vendidas, usadas
como botín; se sacia a medias, degollando, ahogando, quemando vivos, colgando,
aventando al vacío a rehenes foráneos y para que no les quede duda del extremo
que tocan los terroristas del EI, ahora llevan su odio a las ciudades europeas
y de refilón enlistan a los otros 60 países amenazados en el orbe, donde también
aparece nuestra Bandera Nacional.
La desesperación de los “Yihadistas” los ha
llevado a abandonar la confrontación militar que están perdiendo en el frente
bajo el poderío militar implacable de Europa y de Estados Unidos y han optado
por trasladar el terror, la muerte, la condena, contra la población civil.
Pero lo peor es que esta vez ganan puntos al
lograr que el mundo occidental ya vea en cada barbado, de ojo profundo y cejudo;
que mire en cada musulmán a un enemigo de la humanidad. Son exitosos al
germinar y crecer la hiedra medrosa y xenófoba que culpa a los musulmanes de
las muertes infames y los sentencia a la etiqueta del infractor, del criminal,
del terrorista. El Estado Islámico está
venciendo en terreno fértil. Es la doble moral de Occidente que nunca acepta la
coexistencia pacífica y sin sospechas, con los más de mil 600 millones de creyentes
del Islam en el globo, quienes según encuesta del Centro Pew, en promedio del
80% rechazan y condenan al EI en sus países, donde Líbano llega al desprecio en
un 100% y en Paquistán sólo raya el 60%.
Pero si lo sucedido en Ankara; en Túnez, en Mali,
en Egipto y en Arabia Saudita no ha dolido tanto ni unido al mundo, las
balaceras en cafeterías y centros culturales en París, sí se engrandecieron en
la condena mundial, por lo menos en las redes sociales y en los medios masivos
y así, en la agilización de la diplomacia de guerra del Presidente Hollande que
urgido y comprensiblemente desesperado, busca el consenso, los medios y el
compromiso de la Unión Europea y de Washington, junto con los de Rusia y de
China para de una vez formar la coalición armamentista multinacional, que
intervenga y elimine para siempre, a los terroristas del Estado Islámico del
planeta.
Y si las coincidencias no existen, el suceso se
dio apenas unos días antes de la Cumbre del G20 en Antalya, Turquía, donde los
potentados hablaron de lo mismo y nada resolvieron en claro. Obama se rehusó a
la intervención terrestre otra vez. Los rusos que cambiaron su enfoque y que ya
bombardean posiciones estratégicas del EI en Siria, para abatirlos y para
seguir mostrando su respaldo a Al-Assad, prometieron continuarlos. Pero las
vueltas en redondo y al mismo punto siguen entre las decisiones que no toman
Europa y los estadunidenses, ni siquiera con la nueva complicación que genera
este conflicto ya podrido por la inacción contundente, que ha sido el derribo
del avión militar ruso por otros dos turcos que al ignorar virar, violó el
espacio aéreo de Turquía y se volvió tiro al blanco seguro.
Los rusos están enfurecidos. Los turcos
agraviados se defienden de su decisión. La escalada de la guerra en Siria y del
terrorismo extraterritorial del EI, que tiene causa arcaica como ya vimos, el
eterno enfrentamiento Occidente-Medio Oriente o el de los Judíos contra los Musulmanes
y como otra de sus desafortunadas consecuencias, la confrontación entre Turquía
y Rusia, ha puesto al orbe en el filo del precipicio y tal vez, en la
disyuntiva de romper el letargo de pretextos y de equilibrios políticos
inexplicables para actuar de una vez y por última vez.
Si el régimen dictatorial de Al-Assad ha sido
beneficiario del veto del bloque Rusia y China en la ONU, por ser su principal
comprador de petróleo y gas y su última frontera roja, condiciones que le han
permitido sobrevivir en el mando hasta hoy, ante la defensa irracional de sus
aliados por sostenerlo; si Obama se ha opuesto a apoyar más a los sirios insurgentes
que en disímbolos ejércitos no logran ni la unidad ni el consenso entre ellos
para formar un gobierno de transición si Al Assad se va y, pero, menos
garantizan a Washington la seguridad de no pertenecer ni de respaldar a grupos
extremistas contrarios a EUA; si estos últimos dos años los llamados al vacío
de Turquía para compartir la carga financiera de los refugiados en su
territorio y para deponer ya a Al-Assad, como la condición para facilitar
instalaciones, espacio aéreo y demás recursos a la coalición internacional que
pelea pero que no concluye, no han sido claramente escuchados…
Si los refugiados en tránsito a Europa siguen
muriendo ahogados, robados y rechazados groseramente en Bélgica, Austria,
Polonia; si los 220 mil muertos de la Guerra en Siria no cuentan ni laceran; si
las armas químicas usadas por Al-Assad y por el Estado Islámico no hacen
temblar las manos de los líderes del orbe; si la única solución que da la Unión
Europea en estos días, es pagarle al Gobierno de Turquía 3 mil millones de
euros para que apoye más a los exiliados y para que garantice que no saldrán
más desde su tierra, como los migrantes no bienvenidos en Europa; si los Jefes
del G20 y del Consejo de Seguridad siguen agendando reuniones y dialogando en callejones
cerrados sobre el mismo tema sin resoluciones definitivas y cuidando en
extremo, sus contrapesos políticos, militares y económicos, a costa de la vida
y la muerte de inocentes…
Si nadie es capaz de frenar y acabar con el
Estado Islámico y de detener su propaganda ideológica y radical y la
tergiversación religiosa y bastante tendenciosa, que siembra en suelo fecundo
en todos los agravios e injusticias que Occidente ha acumulado por décadas en
los corazones y en las familias de los musulmanes del orbe…si nadie es
competente y lo suficientemente poderoso para convencer a Rusia y a China de
desmarcarse de Al-Assad, para obligarlo a dejar el mando de una vez y así poder
abrir una rendija de solución a un conflicto que ya muestra sus mil caras de odio
y de terror, entonces estamos condenados todos a seguir viendo, padeciendo y
asumiendo como algo “normal” las atrocidades que los terroristas del Estado
Islámico cometen en plena impunidad y sin muralla de defensa que los combata y
los derrote; estamos sentenciados a masticar y tragar el dolor y la pena que
como verdugos paralizados nos hacen sentir las familias truncas, errantes y
desahuciadas en su desgracia que no verán el fin de la Guerra, ni el retorno a
la vida sencilla que han perdido. No verán más que su muerte.
Si el mundo ha tolerado las brutalidades de la
Guerra en Siria y las acciones depravadas e impensables del impostor Estado
Islámico en casi 5 años y si sigue dispensando los crímenes contra la Humanidad
cometidos por estos dementes y megalómanos resentidos y por los otros en Israel
contra Gaza, los Boko Haram en Nigeria y aquellos que siendo raíces
putrefactas, miles de fanáticos del EI en el resto del mundo, esperan la señal
para matar, masacrar y desangrar, entonces estamos siendo compinches mudos, copartícipes
indolentes y espectadores cómodos de la peor carnicería humana en la historia,
la políticamente aceptable; la económicamente redituable y la estratégicamente
perdurable; pero seguro, la imperdonable.