DE CORRUPCIÓN, DESPOJO Y
VERGÜENZA ¡YA BASTA!
Rebeca Ramos Rella
Tal vez le apuestan a la pérdida de la capacidad
de asombro de los ciudadanos. A la apatía; a la indiferencia. A la resignación
social que entumida y desconfiada, simplemente no protesta; no alza la voz;
menos expresa el desprecio. Esperan que simplemente derrape en la
desmoralización que paraliza y que renuncia a manifestarse –porque la sociedad
piensa y concluye- que nada se puede cambiar; que todos son iguales; que
siempre es y será lo mismo.
Pero este año es de elecciones y desde hace dos
meses y por el resto, todo es y será “electoral”: decisiones, discursos,
anuncios; mejoras, programas, obras y acciones de gobierno; también llevarán la
vena de la contienda, las críticas, acusaciones, filtraciones;
descalificaciones, pleitos, exhibiciones, rumores y demás hábitos nefastos que
sólo evidencian la carencia y exclusión de propuestas inteligentes y viables;
de compromisos cabales a cumplir y, de talento y responsabilidad social y
política de precandidatos y candidatos y esta vez, también de pre y candidatas porque
la ley obliga a los partidos a presentar candidaturas 50/50 para cubrir la
equidad de género, según… -ya veremos si la otra mitad demuestra nivel,
inteligencia, conocimiento, representatividad real y profesionalismo o si sólo
van de relleno las amigas, las esposas; novias, tías y adjuntas-.
Cuando todo se pinta “electoral” las dudas
crecen y el discurso se abarata. Se dan con todo; partidos, precandidatos,
después candidatos y dirigentes. Ya no se sabe dónde está la verdad, la
difamación y la podredumbre.
Los ciudadanos nos volvemos rehenes de la
esgrima verbal que escupe improperios, sospechas y mugre; somos espectadores
lánguidos y aburridos frente a la carnicería. Unos buscarán simpatías a través
del mensaje del cambio; otros, con promesas y acusaciones; otros capitalizarán errores
y excesos que crecen el rencor ciudadano, aspirando a ganar con el voto de castigo
o por el descarte.
La crisis de confianza social en los partidos
políticos; en sus legisladores; en líderes, pre y candidatos y estructuras de
elite ya es añeja. Y se refuerza cuando ya sentados en las curules, en los
escaños y en las sillas de gobernantes, se desnudan sus ambiciones y genuinas
intenciones. Y un día cometen el yerro y la cloaca se destapa.
El poder obnubila. El poder enloquece a los
torpes y resentidos y a los “inteligentes”, los marea, -se dice-, pero en
realidad hay que reconocerlo objetivamente, la consolidación de nuestra
democracia que aseguran los especialistas inició en proceso de transición a
partir de 1988 y que en el transcurso del tiempo ha permitido contiendas más
competidas; un sistema electoral autónomo – más ciudadano- y en permanente
reforma; la alternancia en el mando y la proliferación de opciones partidistas
–algunas como meros negocios facciosos o para diversificar la oferta y las
alianzas político -electorales entre los grandes partidos y la chiquillada- se
ha estancado en el desprestigio total de la política, del servicio público y
del oficio político, gracias a que nadie –ningún color ni logotipo- se salva de
las tentaciones del poder que representan el acceso a privilegios, exuberancias
y lujos; al robo –hoy más cínico, abierto y voraz- y a la manipulación de
recursos públicos; a la corrupción y la impunidad; a la arbitrariedad y
prepotencia; al abuso y opacidad; a la complicidad y la mentira que se enreda y
no termina.
Hoy para la población, la política significa la
institucionalización del despojo a la Nación.
No sólo es el saqueo de los dineros públicos y
sobre las obras necesarias y programas estratégicos para impulsar desarrollo,
seguridad y bienestar. No. También se desvalijan las posibilidades de una vida
digna, productiva, tranquila y exitosa. En igualdad de oportunidades para todas
y todos, como tanto prometen los que quieren convencer para ganar en las urnas
y luego, desdecirse en la acción.
La percepción social de las y los políticos y de
la cúpula que gobierna, legisla, manda y “administra” la riqueza nacional
siempre ha sido de desconfianza. Y desde que el sistema político-electoral ha
expandido opciones partidarias, el desencanto se ha profundizado pues ya vemos
que los hay corruptas y corruptos, falsas y falsos, abusivos y cínicos en todos
los partidos, en los órdenes de gobierno y en los Poderes del Estado. Incluso
en los órganos autónomos.
La pluralidad política representada en todos los
niveles institucionales no ha sido la vacuna contra la corrupción, la
impunidad, la prepotencia, el resentimiento social por discriminación económica
y clasista que la elite gobernante promueve, perpetúa y exhibe.
El abuso del poder ha ido desplumando las
esperanzas de los mexicanos por décadas. Más si dice el Coneval que en los
últimos 20 años, la capacidad adquisitiva no ha crecido y que combatir la
pobreza será difícil si no hay salarios a la alza. Ciertamente sólo han subido
los sueldos de las elites políticas y gubernamentales. A los demás, las
tijeras. La nomenclatura le cobra a las bases trabajadoras, sus dispendios y
pillajes. Bajan sueldos, pagan menos, degradan. Y si no gusta, si se expresa
inconformidad, ni remedio, la amenaza es ir a engrosar el ejército de
desempleados. Trafican con las necesidades básicas de la plataforma productiva
a cambio de la sumisión y de la supervivencia indigna.
El Gobierno federal recién anuncia que suben las
tasas de interés; que habrá recorte al gasto público – para oxigenar a Pemex- y
que ya no habrá subastas de dólares; serán a discreción. El desplome del peso
frente al dólar y del precio del barril del petróleo, son las causas. El
entorno global impacta. Cierto. Pero ¿Qué medidas se toman contra otros
orígenes de fugas de recursos públicos?
Ya lo han reportado, hace unos meses, el Imco y
el Cide en un estudio de la Anatomía de la Corrupción en México. La corrupción
lacera el crecimiento económico de entre un 2% y 10% al PIB, - es decir entre
26 mil millones y 130 mil millones de dólares-. Sostiene que la corrupción
inhibe inversiones en un 5% y que el costo para las empresas por el flagelo es
igual, al 5%.
Hace unos meses en una encuesta de fraude y
corrupción de KPMG –empresa que da servicios de auditoría, fiscales; de
asesoramiento financiero y de negocio en 156 países del orbe- ha mostrado que el
44% de las empresas en México reconocen haber pagado mordidas o “diezmos” a
gobiernos de todo orden. El Inegi ha publicado que en promedio, los hogares
mexicanos pagan al año más de 4 millones de sobornos por servicios públicos.
Otras instancias como el Foro Económico Mundial
afirman que por la corrupción el hoyo para la economía nacional es de 2% del
PIB; el Banco Mundial y el Banco de México calibran que el daño llega al 9% y el
Centro de Estudios Económicos del Sector Privado asevera que el hueco es del
10%.
Pero ya nos enteramos que la dependencia gubernamental
encargada de la vigilancia, rendición de cuentas y del desempeño “honesto y
legal de los servidores públicos”, la Secretaría de la Función Pública, paga en
viajes al extranjero para sus empleados anticorrupción de alto nivel, cenas con
caviar y champaña y omite simulaciones en comprobaciones de viáticos. De todos
modos nadie les cree nada desde la sesgada exoneración por las investigaciones
de famosa Casa Blanca de las Lomas.
También sabemos que un alcalde que confiesa
abiertamente haber robado “poquito”, sigue impune y libre; que si no hay motín
y masacre en el penal de Topo Chico, nadie se hubiera ocupado de la corrupción
de funcionarios dentro de la cárcel que solaparon el absoluto libertinaje,
matazón, privilegios y abusos; que para que El Chapo escapara, billeteó a toda
una red de omisos, corruptos y almas vendidas de servidores públicos dentro y
fuera de Puente Grande.
Asimismo hace meses que nos han informado los
medios de comunicación y las chismosas y puntiagudas redes sociales que ahora
las y los políticos de todo signo partidario, no sólo son corruptos, codiciosos
y ladrones. También se coluden con el crimen organizado y con los carteles de
narcos para desde el púlpito del poder, favorecer los intereses de los
“traficantes de la muerte” como los ha rebautizado el Papa Francisco.
Así, una gerente de ventas de una inmobiliaria
se convierte en flamante diputada local por el PAN; quien desde tribuna
insistía en la salida del Ejército de Sinaloa, que dizque por violaciones a los
derechos humanos en poblaciones de su distrito. Pero la verdad sale y ya
conocemos sus propósitos. La señora muy cercana a los afectos diversos de El
Chapo, mantenía ligas con él, preso y después ya huido, en el festejo de Año
Nuevo.
Tampoco nos queda ninguna duda de que a 17 meses
de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, los culpables del
secuestro y muerte, los unos y los otros, “el Diablo con quien no se dialoga
porque siempre gana” sigue diciendo el Papa, son los narcos en disputa de
plazas en Guerrero por el negocio de la amapola; son los mismos que respondían
a las órdenes del Presidente Municipal de Iguala y de su sanguinaria cónyuge,
ambos distinguidos militantes del PRD, amigos de López Obrador; ambiciosos de ascender
en más posiciones políticas con la venia del Comité Nacional de ese partido y
apoyados en todo por el derribado y aun inexplicablemente impune, exgobernador
de Guerrero, quien afirman muchos, ha sido muy cuate del Presidente.
Ni cómo defender a un personaje tan farsante y
desfachatado como el exdirigente Priista nacional, el “Profe” Humberto Moreira
a quien ventanearon y luego exoneraron, sorpresivamente las autoridades
españolas, pero quien ante los mexicanos con memoria, no pasa la prueba de la
pulcritud y honorabilidad en el servicio público. No sólo dejó a su estado en
la bancarrota, sino en desplante monárquico heredó el cargo de gobernador a su
hermano, en las meras narices del discurso reformista, de modernidad y cambio
del presente Gobierno federal. Y en el colmo del cinismo, nos anuncia que
seguirá en las lides políticas –claro dañando más la imagen del PRI- como
posible candidato. Y que sirva un tache para el admirado transformador y
operador de 10 que es el líder Beltrones, que salió en férrea defensa del Profe
corrupto. ¿Pero qué necesidad de proteger así a uno de los peores priistas?
Pero ya lo compartió en un estupendo estudio la
analista y académica María Amparo Casar. En 2015 se reportó una pérdida de
recursos públicos por corrupción e impunidad por 65 mil millones de dólares,
-el 5% del PIB desviados, ultrajados, saqueados- al año.
Casar lapida a la clase política nacional y a
todos los partidos con el lema que ensalza su desempeño institucional
totalmente turbio en el “Tapaos los unos a los otros”. Y lo vemos, de esas
tapaderas, a veces explota el drenaje y de algo en firme nos enteramos o lo
vivimos o lo padecemos. Pero nos indigna y desmoraliza y peor, atasca el
crecimiento del país.
Ya no pensemos en las campañas políticas que se
acercan. ¿Cómo saber o cerciorarse de la honorabilidad de candidatas y
candidatos? ¿Cómo podrán los votantes estar seguros de que el sonriente
prometedor que reparte compromisos, billetes y demás “apoyos” no está ligado
con algún grupo criminal?
Esta “verificación” toca a los partidos políticos
que como ya hemos atestiguado a la hora de las revelaciones de los suyos con
narcos, criminales, extorsionadores, asesinos y demás alianzas, coaliciones,
amistades incómodas, compromisos ocultos, intereses de facción, no atinan en
aclarar quién postuló a quién; quién recomendó y palomeó listas; quién protege
a quién? Se echan la bolita y se muestran torpes, anudados, irresponsables para
explicar lo indefendible.
En promedio el 85% de la población en los 32
estados del país percibe corrupción en el sector público, que además califica inmisericorde
a las instituciones más corruptas: A los partidos políticos, con 91%; a la
policía, con 90%; a los funcionarios públicos y al Poder Legislativo con el 83%
y al Poder Judicial con un 80%. Los peores.
Así lo refleja el Índice de Percepción de la
Corrupción 2015 de Transparencia Internacional, en el que una vez más México
cava el último lugar –el 34- como el país más corrupto entre los 34 miembros de
la OCDE. Y en los foros internacionales donde México aspira a consolidar su
“liderazgo y responsabilidad global”, las posiciones son parecidas: en la
evaluación mundial, entre los 9 países miembros de los BRIC’S, vamos muy
corruptos en el lugar 7; entre los países del G20, estamos en el 17 y sacamos
la posición 10 de los 11 que conforman el Acuerdo Transpacífico. ¡Qué
vergonzoso! Vamos parecidos en raterías a Filipinas, Armenia y Mali y muy
debajo de otros como Panamá, Perú, Trinidad y Tobago, Jamaica, Brasil y
Colombia.
Cierto es que ningún país en el orbe logra los
100 puntos de transparencia. El mejor calificado fue Dinamarca con 91 puntos y
el peor fue Somalia en el lugar 167. México quedó en la posición 95 del global
de 168 países. Apenas en 2014, sostenía el lugar 103. La caída es de 8
posiciones.
Ahora ¿Por qué hay mejores y peores? ¿Qué es lo
que mide Transparencia Internacional? Calibra altos niveles de libertad de
prensa; acceso a los ciudadanos sobre la información de presupuestos -de dónde
viene el dinero y cómo se gasta-; destaca altos niveles de integridad entre
quienes ocupan cargos públicos; remarca en un gobierno abierto que no rehúye la
rendición de cuentas; evalúa al Poder Judicial que no distingue entre ricos y
pobres y que es independiente de otros sectores del gobierno y Poderes.
Los que fallan, como México, arrojan
características deplorables como gobernabilidad deficiente; instituciones
públicas frágiles y porosas, como la policía y el Poder Judicial; carencia de
autonomía de los medios de comunicación; conflictos y guerras; analiza el
escenario de sobornos, actos de corrupción impunes e instituciones públicas que
no solucionan ni atienden los requerimientos y demandas sociales.
El reporte sentencia que “La gran corrupción es
el abuso de poder en las altas esferas que beneficia a unos pocos a costa de
muchos y provoca perjuicios graves y generalizados a las personas y a la
sociedad. Muy a menudo, este tipo de corrupción queda impune”.
En su comunicado del mes pasado, Transparencia
Internacional convoca a los ciudadanos a organizarse, de forma individual o
grupal para denunciar y trabajar intensamente en la expulsión de los corruptos
y referencia los resultados logrados en Guatemala, Sri Lanka y Ghana, el año
pasado. Invita a todos a votar en la encuesta que aparece en unmaskthecorrupt.org.
y, a generar un movimiento de resistencia contra la gran corrupción.
Concluye: “Es posible ganar a la corrupción si
trabajamos juntos. Para erradicar el abuso de poder y el soborno y sacar a la
luz negociaciones secretas, los ciudadanos deben decir al unísono a sus
gobiernos que ya han tenido bastante”.
Debemos despertar del letargo. Lo que nos pasa
lo hemos permitido. No debería sorprendernos ni tampoco paralizarnos. En México
la corrupción es estructural; es parte de la condición humana y también es
consecuencia de un sistema político vertical, arcaico y arbitrario que en
círculo vicioso mantiene a la corrupción más viva y más cínica que nunca.
En estos tiempos que vivimos y en la antesala de
un proceso electoral estratégico para la cúpula política nacional, ya que se
renovarán las gubernaturas en 12 estados que significan el 36.8% del total del
padrón electoral y que producen el 27.9% del PIB, según un especialista, los
ciudadanos hemos de exigir a los partidos y a las y a los flamantes suspirantes
al poder, integridad, honestidad, manos limpias, ética y cultura política;
compromisos reales que se traduzcan en hechos y acciones contundentes para
abatir pobreza y desigualdades y también, para desterrar a la corrupción y a la
impunidad sin pretextos, sin miedos; para clausurar las tapaderas y acuerdos
oscuros que sólo dañan más al país, al ánimo social y que sepultan la confianza
ciudadana en instituciones y en servidores públicos.
El Papa, un líder religioso, más político que
predicador, se llevó algo más que los cánticos y porras de los devotos. Partió
con la certeza de lo que vio: “el dolor por la violencia, los secuestros, los
asesinatos y las violaciones que dañan a tanta gente pobre…” Y siguió la
crítica: “Un cuerpo (el pueblo de México) tan a menudo herido, un pueblo tan a
menudo oprimido, despreciado, violado en su dignidad…”
Pues ya es suficiente. Dejemos de ser las y los
heridos, oprimidos, despreciados y violados. Ya no seamos víctimas. No
resistamos al mal. Ellas, ellos, los que quieren el poder, querrán el voto muy
pronto. Escucharán lo que tengamos que decirles, proponerles y reclamarles. Y
estarán atentos –preocupados- por la movilización social, los jaloneos y
efervescencia que incitan campañas y contiendas. Exijamos a las y los
candidatos, congruencia, honor, trabajo, honorabilidad y resultados. Que
sientan el marcaje, vigilancia y evaluación ciudadana. Es posible presionar
para alentar cambios. Cada quien desde su trinchera y espacio individual puede
aportar. Es posible corregir el rumbo y salir del pozo. Caiga quien caiga.
Dejemos de ser un país de corruptas y de
corruptos; dejemos de ser una tierra donde los traidores a la Nación siguen
impunes despojándola. Dejemos de sentir vergüenza.
Ya es hora. Digámoslo. Hagámoslo: ¡Ya basta!
rebecaramosrella@gmail.com